El registro fósil de los animales del pasado no solo incluye huesos, conchas y huellas, sino también sus heces.
Se conocen como coprolitos las heces de animales conservadas en los sedimentos a través del tiempo. Se pueden encontrar en yacimientos arqueológicos y paleontológicos, donde las condiciones ambientales sean adecuadas para su conservación. Los coprolitos pueden mineralizarse, desecarse o conservarse por anaerobiosis en ambientes húmedos o secos.
Morfológicamente, un coprolito bien conservado no es diferente de las heces depositadas recientemente por animales de la misma especie, pero en muchos casos el material puede fragmentarse o pulverizarse por la acción de agentes mecánicos o fisicoquímicos.
Quizás el nombre científico no denote mucho sobre el material del que están formados este tipo de fósiles –excepto si se conoce el significado El término coprolitos viene del griego, kopros, excremento y lithos, piedra.
Su estudio permite detectar la presencia de elementos tales como fragmentos vegetales y óseos, polen, silicofitolitos, parásitos y obtener información sobre la dieta, el rango de acción, la estacionalidad en el uso de los recursos o, incluso, infecciones parasitarias del organismo que produjo esas heces.
Fueron descubiertos por Mary Anning y descritos por primera vez por William Buckland en 1829. Su principal importancia radica en que constituyen pruebas directas de hábitos alimenticios y depredación de especies extintas, especialmente carnívoros ya que resulta más fácil encontrar restos óseos no digeridos que vegetales, estableciendo en muchos casos relaciones directas depredador-presa.
Como se desprende de su nombre, copro - excremento, se trata de las heces fosilizadas de organismos que vivieron en el pasado. pero para muchos paleontólogos e investigadores han sido de gran ayuda para desenterrar misterios relacionados no sólo con la alimentación de antiguas especies, sino con su forma de vida, enfermedades e incluso para descubrir elementos orgánicos de otros organismos.
Obviamente, en concordancia con el tamaño de la especie que los produjo, el tamaño de estas piezas puede variar desde unos pocos centímetros a varios metros, perteneciendo estos últimos a especies de vertebrados gigantes que poblaron la Tierra en otras eras, como los dinosaurios o los mamuts. Algo que resulta llamativo, es que la mayoría de los coprolitos que se conservan en buen estado pertenecen a depredadores y carnívoros y esto se debe a que el fósforo y el calcio de los huesos de sus víctimas son excelentes compuestos para la preservación y formación de los fósiles.