lunes, 22 de julio de 2024

PERIJASAURUS LAPAZ, EL DINOSAURIO GIGANTE QUE CAMINÓ HACE 175 MILLONES DE AÑOS POR EL NORTE DE COLOMBIA.

 Perijasaurus lapaz es la única especie conocida del género extinto Perijasaurus ( "lagarto del Perijá"), un dinosaurio saurópodo eusaurópodo basal, que vivió a principios del período Jurásico, hace aproximadamente 175 millones de años, en la época del Toarciense, en lo que es hoy Sudamérica. Sus restos se hallaron en las "rocas rojizas tipo Girón" de la Formación La Quinta del departamento de Cesar, en Colombia.



El espécimen holotipo, UCMP 37689, una vértebra dorsal, fue descubierto el 27de marzo en 1943 en el flanco occidental de la Serranía del Perijá por una expedición de la Tropical Oil Company, y el fósil fue enviado a las colecciones de la Universidad de California en Berkeley. A partir de su descripción en 1955, UCMP 37689 había sido mencionado en la literatura científica pero sin haberse desarrollado ningún consenso sobre sus afinidades.​ Eventualmente, el yacimiento original de descubrimiento pudo ser examinado y el hueso fueron preparado, permitiendo describir y nombrar al nuevo género y especie Perijasaurus lapaz, en 2022. El nombre del género, "Perijasaurus", se refiere a la cadena montañosa en que se encontró el fósil. El nombre de la especie, "lapaz", es en honor del pueblo de La Paz, cerca del cual se realizó el descubrimiento, aunque también es en referencia a los acuerdos de paz que permitieron realizar los trabajos de campo en la zona.


Contexto geológico y estratigráfico regional y local para  Perijasaurus lapaz  gen.  et  sp. nov.  (UCMP 37689). Los mapas insertados en la parte superior izquierda muestran las ubicaciones de la Serranía del Perijá (SP) y la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM), dos estructuras geológicas en América del Sur tropical que incorporan secuencias continentales sinrift del Jurásico Inferior al Jurásico Medio (Tschanz et al., 1974; Schubert, 1986; Ryan et al., 2009; Bayona et al., 2010; Nova et al., 2012). El mapa geológico más grande de la Serranía del Perijá occidental muestra la ubicación del holotipo de Perijasaurus lapaz. Nótese su ubicación al norte de la carretera La Paz–Manaure y al este de una falla de empuje prominente, a la que se hace referencia en la descripción original del espécimen (Langston y Durham, 1955).


Los científicos señalaron que Perijasaurus es un eusaurópodo basal cercanamente relacionado con Cetiosaurus, Patagosaurus, Bagualia, Nebulasaurus y Spinophorosaurus.



Reconstrucción original de la vértebra dorsal de  Perijasaurus lapaz  gen.  et  sp. nov.   (UCMP 37689) en vista lateral izquierda, A, vista posterior, B, y en sección transversal en la marca de verificación, C. Nótese que las dos piezas de la vértebra, que no tienen encaje a presión, han sido parcialmente reconstruidas después de invertir el componente del arco neural superior. Modificado de Langston y Durham 

Un equipo de expertos liderados por el doctor en Paleontología Aldo Rincón Burbano, docente del Departamento de Física y Geociencias de la Universidad del Norte, pudo determinar gracias a una nueva preparación del fósil que se trataba de un nuevo género y especie de saurópodo.

“Si bien Perijasaurus lapaz está representado por una sola vértebra, esa región del esqueleto es la que aporta más información en los saurópodos, debido a una serie de láminas y otras estructuras”, señaló el doctor Martín Ezcurra, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales y del CONICET.

“ Perijasaurus lapaz vivía en un ambiente de pendientes bajas asociadas a un río y una zona boscosa”, dijo Daniel Raad Pájaro, investigador de la Universidad del Norte, en Barranquilla ,Colombia.

“Encontramos arena fina y restos de hojas en el sedimento depositado en el área donde se encontró originalmente la vértebra, y es consistente con el sedimento dentro del arco neural de la vértebra, que solo se conservan cerca de una llanura de inundación, es decir, cerca de las laderas de un río, una zona boscosa”.




Los paleontólogos también determinaron las relaciones evolutivas de Perijasaurus lapaz a través de un análisis computacional.

“ Perijasaurus lapaz forma parte de la radiación temprana de los saurópodos, que incluye especies del sur de Sudamérica, África, Asia y Europa”, señaló el doctor Harold Jiménez Velandia, geólogo de la Universidad de Caldas.

La presencia de Perijasaurus lapaz en los paleotrópicos de América del Sur, junto con su estrecha relación filogenética con especies geográficamente extendidas que habitaban latitudes bajas, sugiere que los saurópodos se diversificaron y dispersaron con bastante rapidez después de un importante evento anóxico al final del Jurásico Inferior, cuando partes de los océanos se quedaron sin oxígeno en grandes áreas geográficas.

“Lo que vemos en el Jurásico Temprano, tanto en las latitudes altas como en las áreas más tropicales, es que las especies de saurópodos estaban interconectadas evolutiva y geográficamente, algo que también se había visto con otros grupos de dinosaurios carnívoros y herbívoros”, dijo el Dr. Ezcurra.



Resumen.

Perijasaurus fue encontrado en la Formación La Quinta en el norte de América del Sur, en lo que ahora es Colombia y Venezuela, lo que lo convierte en el hallazgo de un saurópodo suramericano situado más al norte y además es el primer dinosaurio registrado para la parte colombiana de la Formación La Quinta. Se interpreta que el ambiente de esa formación corresponde a lo que fue un bosque tropical de tierras bajas. Su ubicación y temporalidad sugieren que los primeros eusaurópodos alcanzaron una amplia distribución antes del rompimiento de Pangea y el cambio faunístico de la época del Toarciano. Otros dinosaurios de esta formación incluyen al terópodo averrostre troncal Tachiraptor​ y el ornitisquio Laquintasaura,​ ambos de Venezuela y procedentes de capas más algo antiguas (del Hettangiense).

viernes, 19 de julio de 2024

"SER NATURALISTA ES MEJOR QUE SER REY": WILLIAM BEEBE.

 ¿Qué formas de vida deparan las profundidades del océano? Se preguntaba Charles William Beebe hacía principios de la década de 1930.

Nacido en Brooklyn el 29 de julio de 1877, dedicó sus estudios y la vida a la zoología, empezando como cuidador de aves en la Sociedad Zoológica de Nueva York y posteriormente viajando como aventurero y naturalista por Asia y Suramérica. Durante el curso de una de sus expediciones a las Islas Galápagos a mediados de los años 1920, Beebe desarrolló gradualmente un interés por la fauna marina de las grandes profundidades.


Esto le llevo a formar equipo con el inventor Otis Barton, con quién diseñó y construyó la primera batisfera con la colaboración de la Watson-Stilman Hydraulic Machinery Company. Esta se trataba de una esfera de acero con 1,42 metros de diámetro interior y un peso de 2.250 kilogramos, contando con tres pequeñas ventanas de 20 centímetros de diámetro con cuarzo fundido de 7,5 centímetros de grosor. Por la tecnología de la época, esta carecía de medios de propulsión y funcionaba suspendida de un cable de acero de mil metros de longitud, junto con un conducto por donde pasaban un par de cables telefónicos y dos cables eléctricos que alimentaban un reflector para alumbrar el exterior.


El submarino tenía capacidad para dos tripulantes con oxigeno asegurado para seis horas, en tanto que la cal sodada y el cloruro de sodio de unos recipientes se encargaban de absorber el dióxido de carbono y la humedad, respectivamente.

Llevaron a cabo más de 30 descensos al océano. Entre el 25 de mayo y 30 junio, realizaron las primeras 15 pruebas de inmersión en las que llegaban a profundidades aproximadas de 243 metros a 16 kilómetros de las Bermudas. El récord lo batieron el 11 de junio de 1930, al descender 430 metros. Durante la inmersión, estuvieron conectados a la superficie por un cable y una conexión telefónica, con miles de oyentes ansiosos a las noticas de las profundidades que ningún ser humano había presenciado antes “Solo los hombres muertos se han hundido debajo de esto”, decía Beebe, mientras comentaba todo el descenso viendo por la ventana.


Dos años más tarde llegaron a alcanzar los 650 metros, y el siguiente récord lo batieron el 11 de agosto de 1934 al entrar los 906 metros, el mayor descenso hasta el momento. Esta inmersión generó mucho interés y publicidad, pero Beebe estaba más interesado en su valor científico para descubrir y describir especies marinas nunca vistas.

A nivel práctico, la batisfera abrió el camino hacia nuevas profundidades pero con un gran riesgo, ya que, al carecer de movilidad propia, su seguridad estaba sujeta enteramente al cable al que estaba vinculada.


William Beebe y Otis Barton a un lado de la batisfera.

Las inmersiones de Beebe tenían como objetivo el estudio de la fauna marina. Entre dichas observaciones, Beebe estudió el cambio de color del agua resultante de la pérdida de la luz de la superficie a medida que bajaba, al igual que el descubrimiento de la existencia de peces por debajo de la cota donde llegaba la luz solar. Por ejemplo, a 630 metros de profundidad, tuvo la ocasión de contemplar el paso de dos peces de dos metros de largo a una distancia muy cercana de la batisfera.


mágenes del libro de Beebe «Half Mile Down» (Media Milla Abajo en español).

Posteriormente, continúo con su investigación oceanográfica en Baja California y a lo largo de la Costa Pacífica de Centroamérica. Siguió con sus estudios naturalistas por el resto de su vida hasta fallecer en Trinidad y Tobago el 4 de junio de 1962.

Fue el primer científico conocido y bien capacitado en utilizar el buceo con casco como parte de su investigación de campo y sirvió como base para la mayoría de avanzas oceanográficos que vendrían en los siguientes años.

Después de bucear con la Batisfera, Beebe regresó a los trópicos y comenzó a estudiar el comportamiento de los insectos . En 1949 fundó una estación de investigación tropical en Trinidad a la que llamó Simla, que todavía está activa y forma parte del Centro de Naturaleza Asa Wright . La investigación de Beebe en Simla continuó hasta su muerte por neumonía en 1962 a la edad de 84 años.


Portada de la edición de abril de 1906 del New York World escrita por William Beebe, centrándose en la biodiversidad de las aves en el Zoológico del Bronx.


A lo largo de su carrera, Beebe escribió más de 800 artículos y 21 libros, incluida una monografía de cuatro volúmenes sobre faisanes. Hasta 64 animales recibieron su nombre y él mismo describió una nueva especie de pájaro y 87 especies de peces. Mientras que 83 de los peces se describieron de forma convencional, los cuatro restantes se describieron únicamente basándose en observaciones visuales.

Junto con su análisis de la filogenia del faisán y sus estudios de la vida en las Islas Galápagos, una de las principales contribuciones de Beebe al campo de la biología evolutiva fue su hipótesis de que los antepasados ​​de las aves pasaron por una fase llamada "etapa Tetrapteryx, con alas". en todas las extremidades, delanteras y traseras. Beebe basó esta teoría en la observación de que los recién nacidos y los embriones de las aves modernas tienen largas plumas en las patas traseras, lo que consideraba un atavismo . También prestó atención a vestigios de alas en las patas de un ejemplar de Archaeopteryx . Beebe presentó su idea en un estudio de 1915 publicado en Zoologica , titulado "Una etapa del Tetrapteryx en la ascendencia de las aves".


En 2003, la hipótesis de Beebe fue respaldada por el descubrimiento del Microraptor gui , un pequeño dinosaurio emplumado que poseía plumas de vuelo asimétricas en las cuatro extremidades. La hipótesis de Beebe ahora se considera pionera por su predicción de la anatomía y la postura en el deslizamiento del Microraptor gui , que Richard Prum describe "como si pudiera haber salido directamente de las notas de Beebe". El descubrimiento de este animal tuvo el efecto de revitalizar la teoría de Beebe según la cual las plumas de las patas eran originalmente importantes para el vuelo de las aves. 


William Beebe es considerado uno de los fundadores del campo de la ecología , además de ser un destacado defensor del conservacionismo en el siglo XX . También es recordado por las numerosas teorías que formuló sobre la evolución de las aves , hoy consideradas adelantadas a su tiempo, especialmente la hipótesis de 1915 según la cual la evolución del vuelo de las aves pasaba por una etapa de vuelo de cuatro alas o "tetrapteryx", sustentada por el descubrimiento en 2003 del Microraptor gui .

jueves, 18 de julio de 2024

LOS TRILOBITES, VERDADEROS TESOROS DE LA PALEONTOLOGÍA.

 Los trilobites, criaturas extintas que una vez dominaron los océanos del planeta, son auténticos tesoros de la paleontología. Estos antiguos artrópodos, que vivieron hace más de 500 millones de años, nos ofrecen una ventana fascinante al pasado prehistórico.


Los trilobites son una clase extinta de artrópodos marinos que prosperaron durante la era Paleozoica, específicamente desde el período Cámbrico hasta el Pérmico, hace aproximadamente 520 a 250 millones de años. Su nombre, “trilobite”, deriva de la estructura de su cuerpo dividido en tres lóbulos longitudinales: un lóbulo central (axial) y dos lóbulos laterales (pleurales).




Los trilobites poseían un exoesqueleto duro, compuesto principalmente de quitina y calcita, que se fosilizaba con facilidad. Este exoesqueleto estaba segmentado y dividido en tres partes principales:

Cefalón: La cabeza, que incluía ojos compuestos, antenas y varias piezas bucales.

Tórax: Una serie de segmentos articulados que permitían flexibilidad y movimiento.

Pigidio: La cola, compuesta por segmentos fusionados.



Durante su existencia, los trilobites experimentaron una notable diversificación, con más de 20.000 especies identificadas hasta la fecha. Esta diversificación fue impulsada por adaptaciones a una amplia variedad de hábitats marinos, desde aguas poco profundas hasta profundidades oceánicas.

Los trilobites también exhibieron una amplia gama de tamaños, desde menos de un centímetro hasta más de 70 centímetros de longitud. Su evolución incluyó el desarrollo de complejas estructuras oculares, lo que sugiere que tenían una visión avanzada, posiblemente superior a la de muchos de sus contemporáneos.


El abundante y diverso registro fósil de los trilobites ha proporcionado a los científicos una herramienta valiosa para estudiar la geología y la biología del Paleozoico. Los trilobites son utilizados como fósiles guía, lo que significa que ayudan a los geólogos a datar las capas de roca y a correlacionar estratos geológicos en diferentes ubicaciones. La extinción masiva de los trilobites al final del período Pérmico marca un evento crítico en la historia de la vida en la Tierra.



Los trilobites han sido fundamentales para varias áreas de investigación científica:

Evolución de los Artrópodos: Al estudiar los trilobites, los científicos han podido trazar la evolución temprana de los artrópodos, un grupo que incluye a insectos, arañas y crustáceos.

Paleontología: Los fósiles de trilobites han ayudado a refinar técnicas de datación y análisis estratigráfico.

Biología del Desarrollo: Las variaciones en las formas y estructuras de los trilobites proporcionan información sobre la evolución del desarrollo biológico en los invertebrados.

A pesar de su éxito evolutivo, los trilobites no lograron sobrevivir a la gran extinción del Pérmico-Triásico, hace aproximadamente 252 millones de años. Esta extinción, la más severa en la historia de la Tierra, eliminó alrededor del 90% de las especies marinas. Las causas exactas de esta extinción siguen siendo objeto de investigación, aunque se cree que factores como el cambio climático, el vulcanismo masivo y cambios en los niveles del mar jugaron roles importantes.

Los trilobites han capturado la imaginación de personas de todas las edades. Sus fósiles se encuentran entre los más buscados por coleccionistas y aficionados a la paleontología. Además, su distintiva apariencia ha inspirado representaciones en la cultura popular, desde joyería hasta arte y literatura.


 

martes, 18 de junio de 2024

LA ANTARTIDA ESTUVO EN LLAMAS DURANTE EL PERÍODO CRETÁCICO Y AFRONTÓ INCENDIOS FORESTALES POR EL VULCANISMO DE LA ÉPOCA.

 La Antártida fue perturbada por frecuentes incendios forestales directamente asociados con episodios volcánicos activos durante el final de la era de los dinosaurios, hace 75 millones de años.


Paleontólogos obtuvieron nueva evidencia de este evento a partir de muestras paleontológicas recolectadas en la Isla Rey Jorge, en el archipiélago de las Islas Shetland, en la Península Antártica, durante expediciones científicas realizadas por el Instituto Antártico Chileno (INACH) y el Programa Antártico Brasileño (Proantar).

La primera evidencia de la ocurrencia de incendios forestales en la Antártida ya había sido comprobada por el mismo investigador en 2015, en un artículo publicado en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Paleoecology. En 2021, otro estudio para la Antártida también presentó más evidencia sobre el tema.



Sin embargo, la nueva evidencia que presenta el estudio desarrollado por la Dra. Joseline Manfroti y colaboradores, durante su posdoctorado en el Instituto Antártico Chileno, demuestra que la Antártida efectivamente estuvo en llamas durante el período Cretácico, y la ocurrencia de incendios forestales fue frecuente. Y estos episodios de incendios estaban asociados al vulcanismo activo de la época.

Según los autores del estudio, los cambios ambientales globales se encuentran entre los mayores desafíos para la comprensión de la humanidad. En este sentido, la construcción de escenarios que faciliten la comprensión de la evolución ambiental de los más diversos ambientes del globo es de suma importancia.

"Y esta construcción va más allá de los signos actuales de perturbaciones en los ambientes, pero también es necesario prestar atención a estudios que representen una escala temporal más amplia. Por lo tanto, caracterizar y comprender los ambientes pasados de la Tierra, los paleoambientes y sus agentes perturbadores. (como el fuego), son herramientas fundamentales para la construcción de escenarios y modelos que permitan una mejor comprensión de la dinámica terrestre y ayuden a la conservación de la biota actual", explica Manfroi.



El continente de la Antártida, por ser considerado el continente de los extremos, es uno de los ambientes que cada vez más despierta interés investigador para una mejor comprensión. Además de ser el continente que presenta las condiciones más desfavorables para el desarrollo de la biodiversidad terrestre en la actualidad, debido a sus factores abióticos hostiles (como el frío significativo y la intensidad del viento), también es el continente que mejor conserva sus características ambientales, siendo un verdadero laboratorio natural que reúne condiciones excepcionales para el desarrollo de la investigación en ciencias básicas y aplicadas, lo que lo hace especialmente interesante desde la perspectiva humana.

A pesar de ser actualmente una gran masa de tierra aislada en el hemisferio sur, el continente antártico no siempre ocupó esta posición geográfica. A lo largo de las eras geológicas, se movió y cambió debido a los constantes movimientos tectónicos, ocupando diferentes posiciones en el globo a lo largo de su historia paleogeográfica. A lo largo de esta historia, los ambientes del sur cambiaron significativamente.



En tiempos remotos estuvieron dominados por una gran diversidad de especies que componían y/o habitaban grandes bosques, los cuales dejaron sus huellas a través del registro paleobotánico conservado en diferentes contextos geológicos de la Antártida, con énfasis en depósitos del período Cretácico.

Durante el período Cretácico, tal como ocurre en la actualidad, los incendios forestales eran elementos moldeadores muy comunes en los ambientes terrestres. Además de ser considerado uno de los factores de perturbación ambiental importantes en diferentes biomas, los incendios de vegetación pasados se evidencian, entre otras formas, por la presencia de carbón fosilizado, originado por el proceso de carbonización, que consiste en la quema incompleta de fragmentos de plantas que se conservan en el registro geológico. Diferentes factores influyen en la ocurrencia, frecuencia e intensidad de los incendios naturales en los ecosistemas, desde el clima estacional, la disponibilidad de material vegetal (combustible), la humedad y las formas y causas de ignición.



A través de esta investigación se sabe que los ambientes australes, durante el período Cretácico, también se vieron perturbados por la ocurrencia de incendios forestales, mucho más frecuentes de lo que se pensaba, que consumían parcial o totalmente la vegetación.

El análisis de estos fragmentos de fósiles vegetales carbonizados recuperados en depósitos del Cretácico en la Antártida, especialmente los recuperados en la Isla Rey Jorge, no solo permitió caracterizar la vegetación quemada, compuesta principalmente por plantas conocidas como gimnospermas.

También permitió el diagnóstico de los elementos involucrados en la ignición de la vegetación, posibilitando así la reconstrucción de un escenario paleoambiental de fácil comprensión.



"El intenso vulcanismo atestiguado en el Cretácico, que comprende gran parte de los estratos rocosos de la Antártida, fue también el impulsor de los incendios forestales ocurridos durante este mismo período. los flujos de lava fundida del vulcanismo activo que consumió la vegetación, sino el contacto de la vegetación con las nubes de cenizas calentadas, nubes piroclásticas, que fueron expulsadas por los volcanes, las cuales fueron preservadas en el registro geológico a través de finísimos sedimentos volcánicos, tales como tobas volcánicas. Estas nubes de ceniza calentadas llegaron a los bosques, provocando el inicio de incendios de vegetación natural", dice Manfroi.


martes, 28 de mayo de 2024

DESCUBREN EN ARGENTINA A UN TIRTANOSAURIO DE DIMENSIONES REDUCIDAS.

 En la vasta y remota Patagonia argentina, los científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y varios museos asociados han hecho un descubrimiento que desafía las expectativas: el Titanomachya gimenezi. A diferencia de sus gigantescos parientes, este saurópodo pesaba solo 7 toneladas y medía 6 metros de largo, lo que lo hace considerablemente más pequeño que otros titanosaurios conocidos hasta la fecha.



El Titanomachya gimenezi se encontró en la formación La Colonia, un sitio conocido por su rica diversidad de fósiles. Este descubrimiento añade una nueva especie a la familia de los titanosaurios, y sugiere importantes vínculos evolutivos entre diferentes linajes de estos dinosaurios. La comprensión de estas conexiones podría ofrecer nuevas perspectivas sobre la biodiversidad y las condiciones ambientales del Cretácico tardío, un período crítico en la historia de nuestro planeta.

El Titanomachya gimenezi se encontró en la formación La Colonia, un sitio conocido por su rica diversidad de fósiles. Este descubrimiento añade una nueva especie a la familia de los titanosaurios, y sugiere importantes vínculos evolutivos entre diferentes linajes de estos dinosaurios. La comprensión de estas conexiones podría ofrecer nuevas perspectivas sobre la biodiversidad y las condiciones ambientales del Cretácico tardío, un período crítico en la historia de nuestro planeta.



La importancia de Titanomachya gimenezi radica en su tamaño atípico y las pistas que ofrece sobre la adaptación y diversificación de los titanosaurios. Estudiar a este dinosaurio proporciona a los científicos la oportunidad de explorar como factores como el cambio climático, la deriva continental y la competencia ecológica pudieron haber influido en la evolución de los saurópodos en Sudamérica.

Este descubrimiento enriquece nuestro conocimiento sobre los dinosaurios del Cretácico y abre nuevas preguntas sobre cómo estos majestuosos seres vivieron y evolucionaron en los paisajes antiguos de Sudamérica.



sábado, 4 de mayo de 2024

EL TIKTAALIK, EL PRIMER VERTEBRADO QUE SALTÓ DEL AGUA A LA TIERRA.

 El eslabón crucial que faltaba en la cadena evolutiva que dio el salto entre el mundo acuático de los peces al de los animales capaces de desplazarse por tierra firme fue descubierto en estado fósil: vivió hace más de 365 millones de años y se llama Tiktaalik.

Los ejemplares hallados por los paleontólogos en la región ártica de Canadá se conservan muy completos y en muy buen estado.

Sus parientes anteriores tenían aletas para nadar y eran de la familia de los Eusthenopteron, que evolucionaron durante el Devónico tardío —la llamada era de los peces— durante 26 millones de años.

Esos seres acuáticos pasaron a tener cuatro patas. En ellos, las aletas tenían extremidades donde se formaban dedos, aunque se mantenía sobre los huesos el tejido de la aleta, tenían mandíbula y paladar planos —en vez de verticales como los peces—, crearon un empalme en las muñecas de los miembros, había una región modificada en el oído y hasta podían mover el cuello.




El hallazgo, la investigación y la clasificación de Tiktaalik han corrido a cargo de reconocidos especialistas de la Academia Nacionalde la Ciencia de Philadelphia y de las universidades de Chicago, Harvard y Cambridge.

La evolución desde los peces con aletas a los animales terrestres de cuatro patas es uno de los pasos más importantes de la historia de la vida, al incluir innovaciones estructurales muy importantes en los vertebrados, incluyendo nuevos modos de locomoción, respiración y audición, según la investigación. Todo este proceso ocurrió hace entre 385 y 359 millones de años, en el Devónico tardío.

Durante ese periodo, las proporciones del cráneo se modificaron, los huesos que conectaban la cabeza con el tronco desaparecieron, y la región del oído medio cambió radicalmente. Tabién se alteró la pelvis, las costillas se ampliaron considerablemente, de los miembros surgieron dedos y nacieron las conexiones óseas entre las vértebras.




El descubrimiento de este nuevo pez-caimán (Sarcopterygian elpistostegalian) en el territorio Nunaavut del norte de Canadá pone al descubierto toda la transición de esos millones de años, según los científicos. El material fósil hallado proporciona nuevas pistas fiables para determinar los cambios morfológicos y funcionales asociados a todos los tetrapodos.

Tiktaalik vivió en zonas de marisma con muy poca profundidad en la antigua región de masas de tierra emergidas conocidas como Euroamérica. Aquellas regiones estaban conectadas con lo que hoy sería el Báltico. Los fósiles hallados tienen unas dimensiones de entre 75 y 150 centímetros. Las mandíbulas tienen entre 17 y 31 centímetros.



La pérdida de los niveles del agua fue la que povocó la imprescindible evolución de aquellos peces. Uno de los cambios más significativos es el de las vertebras —espinas en el pez— que no necesitaban apoyo por servir a un animal que flotaba. Tuvo que evolucionar a otro que debía apoyarse en el fondo y luego trasladarse por tierra y que precisaba costillas mas fuertes, que se conformaron más aplastadas.

El ajuste entre un medio acuático profundo que no precisa apoyar el alargado cuerpo y el achatado que sí se apoya también tiene que ver con la necesidad de mantener la capacidad torácica que precisa va el nuevo sistema respiratorio pulmonar.

Paralelamente se produce el cierre de las aperturas operculares empleadas por los peces, a los mecanismos de bombeo de aire bucales y costales de los animales de cuatro patas. De ahí que también el cráneo se ensanche y aumente la cavidad bucal. Estos cambios craneales se asocian también a los nuevos patrones de locomoción y alimentación, introduciendo una nueva gama de movimientos que permitían mover la cabeza.




La investigación concluye con que aquellas tierras mínimamente emergidas del continente euroamericano fueron el lugar idóneo y el factor decisivo para la evolución de la vida en la conquista de los espacios terrestres. La transición entre el agua y la tierra.


martes, 2 de abril de 2024

GRANDES GEÓLOGAS DEL MUNDO.

 Conocer mejor la Tierra. Así puede resumirse el apasionante objetivo que movió a las grandes geólogas a consagrar su vida a alguna de las muchas vertientes de esta ciencia. No les fue fácil, pero consiguieron avances significativos. Queremos hablar aquí de algunas de ellas para dar visibilidad a su figura y a sus logros.

La Geología estudia nuestro planeta. Su composición, su estructura, su dinámica evolutiva, su historia. Y tiene infinidad de aplicaciones prácticas que revierten en el desarrollo y bienestar de las personas que la habitan. Algunas de ellas son el aprovechamiento de las materias primas, la búsqueda de recursos hídricos subterráneos o la comprensión de los fenómenos naturales. Entre otras muchas.

Etheldred Benett:

En 1836, la Sociedad Imperial de Historia Natural de Moscú aceptó como nuevo miembro a un inglés experto en fósiles. El zar Nicolás I promovió al recién llegado al título de doctor honoris causa en Derecho Civil por la Universidad de San Petersburgo. Todo el proceso casi terminó en un problema de política internacional cuando se descubrió que el nuevo miembro de esa sociedad era una mujer.

La experta en fósiles era Etheldred Benett. Por su nombre poco común, a menudo era tomada por un hombre. A esto se unía el hecho de que nadie podía pensar que una señorita se dedicara a la búsqueda y clasificación de fósiles. Muy pocas hacían ciencia y, las que lo hacían, eran poco conocidas.

Así que los oficiales rusos dieron por hecho que su género era masculino. La misma Benett comentó que «los científicos, en general, tienen una opinión muy baja de las habilidades de mi sexo». Pero por la confusión del zar, Etheldred Benett fue doctora en una época en que las mujeres no podían acceder a la universidad.

El trabajo independiente de las geólogas en el siglo XIX comienza, probablemente, con ella. Ha sido descrita como «la más distinguida de las primeras mujeres que trabajaron en geología» de Gran Bretaña. Dedicó su vida a los fósiles, a la recogida de muestras, a su colección y, en último término, a la ciencia. Su colección de fósiles era interesante para los expertos de la época. De hecho, todavía se cita para el conocimiento de la evolución de muchos grupos de invertebrados.



Zonia Baber:

Esta geógrafa y geóloga nació en Illinois, Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XIX. Destacó por su labor pionera en la enseñanza de la geografía. Insistía en la importancia del trabajo de campo, porque creía que la simple memorización de nombres y lugares no era el objetivo. Además, fue una figura relevante en la reivindicación de la igualdad de derechos de las mujeres y las minorías.

Para Baber, la contextualización y elaboración de mapas era esencial para enseñar geografía. Quería transmitir a sus alumnos que los mapas contienen símbolos que corresponden a lugares y personas reales. Pensaba que, en vez de copiar los mapas, los estudiantes debían crear su propio método para confeccionarlos. De este modo, los interpretarían en términos reales.

En 1920, publicó Una propuesta para renombrar los círculos solares en el Journal of Geography. Su propuesta consistía en renombrar los trópicos de Capricornio y de Cáncer como Trópico Norte y Trópico Sur. Aunque hoy en día ambos términos son aceptados en el mundo de la geografía, no se realizó ningún cambio oficial de nomenclatura.



Marie Morisawa:

Esta geomorfóloga estadounidense de ascendencia japonesa fue una de las impulsoras de la revolución que su campo experimentó en las décadas de los 50 y los 60. En esos años pasó de ser una disciplina meramente descriptiva a dotarse de técnicas y herramientas cuantitativas que permitieron hacer análisis estadísticos del impacto de sus distintos fenómenos.

Como parte de sus investigaciones, estudió la geomorfología de los ríos, el impacto de los movimientos de las placas tectónicas y las amenazas y los riesgos geológicos, entre otras muchas cuestiones.

Durante su carrera, se interesó en un amplio espectro de fenómenos, como terremotos, corrimientos de tierras, inundaciones y actividad volcánica. También en otros aspectos de la geomorfología, como las placas tectónicas o el examen de las costas. Todo esto sirvió para iniciar el estudio de la geomorfología ambiental, es decir, cómo los elementos ambientales influyen en la forma de los paisajes y sus materiales.

Obtuvo muchas becas y premios a lo largo de su carrera. Se sentía especialmente orgullosa del reconocimiento como Alumna Distinguida de la Universidad de Wyoming. También del Premio como Educadora Sobresaliente de la Asociación de Mujeres Geocientíficas.

Además, fue vicepresidenta de la División de Geología y Geomorfología del Cuaternario, perteneciente a la Sociedad Geológica de Estados Unidos. Pero fueron la dedicación a la enseñanza y sus estudiantes lo que más satisfacción personal le reportó.



Tina Negus:

La zoóloga Tina Negus dijo lo indecible. A los 15 años, propuso una teoría que parecía descabellada, pero nadie la creyó. Ni su profesora de geología ni los investigadores del museo local. Sin embargo, eso no significaba que estuviera equivocada. De hecho, no lo estaba, pero solo era una adolescente cuando aseguró haber visto un fósil que probaba una vida de organismos complejos cuando la vida aún era inexistente.

Tina observó que era anterior a la etapa Cámbrica. Más tarde, se comprobó que, efectivamente, fue una forma de vida que habitó durante el periodo Ediacárico. Así que ella tenía razón. Fue un descubrimiento inigualable que no lleva su nombre porque, para cuando se quiso dar cuenta, ya había desaparecido del lugar en el que lo encontró.

Nadie supo en su momento que ese fósil también estaba siendo investigado por otro joven, llamado Roger Mason. Pero él tenía contactos con un geólogo académico, quien confirmó que el hallazgo era genuino. De modo que extrajo la pieza. Y su apellido le dio nombre al fósil: Charnia masoni.



Dorothea Bate:

En 1898 todavía era impensable que se contrataran mujeres para que desempeñaran su trabajo como científicas. Es más, era un disparate. Sin embargo, con 19 años, Bate tenía claro dónde empezar a dar sus primeros pasos sin importarle las normas que imperaban en ese momento.

El Muso de Historia Natural le pareció un buen sitio para hacerlo. El zoólogo Richard Bowdler Sharpe accedió a la petición de Bate después de comprobar que, sin tener estudios que avalaran su conocimiento, tenía enfrente a una mujer casi experta en fósiles mamíferos. Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo con esa decisión.

Viajó sola a sitios remotos y, cuando necesitaba ayuda, contrataba a hombres de la zona como guías e intérpretes. Entre 1901 y 1911, exploró las áreas montañosas de Creta, Chipre y las Islas Baleares. En las dos primeras, encontró fósiles de elefantes pigmeos e hipopótamos. En Mallorca descubrió el Myotragus balearicus. Muchos de los hallazgos eran nuevos para la ciencia.

Uno de los mayores descubrimientos que hizo en las islas mediterráneas tenía que ver con los rápidos cambios evolutivos de las especies. Bate encontró un diente de entre 10.000 y 800.000 años. Fue la prueba que evidenció la existencia de los elefantes y ciervos enanos. Sus descubrimientos han allanado mucho el camino de la zooarqueología y existen estudios que han seguido su estela.



Catherine Alice Raisin:

Cuando nació, en 1855, Catherine Alice Raisin era la única hija y la menor de todos los hijos del matrimonio formado por Daniel Francis Raisin y Sarah Catherine Woodgate. Debió de ser la primera y última vez que Catherine fue la última en algo. Toda su vida se dedicó a derribar puertas que, hasta ese momento, habían estado cerradas a las personas de su sexo.

Desde muy pequeña, sintió un interés especial por la geología. Al cumplir 18 años, comenzó a acudir al University College de Londres. Fue donde se inició en esta materia y luego siguió estudiando mineralogía, disciplina que terminaría por convertirse en su especialidad.

A partir de 1878, la Universidad de Londres empezó a admitir a las mujeres entre sus alumnos. Raisin se examinó y superó la prueba de acceso. Se preparó para obtener su título, equivalente a una licenciatura en geología y zoología, y después, el doctorado. Cuando lo consiguió, en 1898, se convirtió en la segunda mujer inglesa en obtener esta titulación.

Raisin se hizo famosa por su estudio y conocimiento sobre las serpentinas. Se trata de un tipo de mineral formado a partir de la alteración de los silicatos y su aspecto se asemeja al de la piel de una serpiente. En sus publicaciones describió una colección de unas 270 serpentinas distintas de diferentes regiones de Inglaterra.



Maria Gordon:

Esta geóloga y paleontóloga puso patas arriba varias cosas en su época. La más conocida fue la idea que se tenía de cómo se habían formado las Dolomitas, un conjunto de montañas al sur del Tirol, en los Alpes. En la zona había una gran abundancia de fósiles de coral. Por eso, la creencia general en su época era que se habían formado a partir de restos de un atolón de coral de un mar antiguo.

Gordon contradijo esa suposición. Sugirió que las montañas se habían formado por la torsión y el plegamiento de la corteza terrestre. Esta habría elevado a cientos de metros sobre el nivel del mar los estratos geológicos que una vez estuvieron a cientos de metros por debajo.

Pero no menos importante fue su impulso por romper barreras para las mujeres. Se empeñó en llevar a cabo lo que a ninguna le habían dejado hacer antes. Gordon fue la primera en conseguir un doctorado en ciencias en Reino Unido. Y también la primera en hacerlo en la Universidad de Múnich.

Fue pionera en su época, pero, ante todo, una científica. Eso era lo que más satisfacción le dio durante su vida.



Katia Krafft:

¿Os imagináis tener una vida llena de aventuras? ¿Y visitar los volcanes más peligrosos del mundo? Así fue la de Katia Krafft, una vulcanóloga francesa que dedicó toda su existencia a analizar estas estructuras por las que emerge el magma del planeta.

Estudió en la Universidad de Estrasburgo, donde se especializó en física y geoquímica. Allí conoció al que sería su marido y compañero, Maurice. Viajó con él por todo el mundo en busca de volcanes activos. El fin era filmarlos, fotografiarlos y analizarlos.

Los Krafft fueron vulcanólogos importantes gracias a la difusión del conocimiento. El trabajo de la pareja sobre volcanes fue muy importante para la comunidad científica. Sin embargo, su reputación no solo se basa en eso. Para ellos era necesario expandir esa información de todas las maneras posibles. Los Krafft eran tan activos como los volcanes que estudiaban. Y querían hacer ver al mundo lo impresionantes que resultan estos fenómenos geológicos.

Sus vidas terminaron de forma prematura. Murieron, junto a cuarenta periodistas que cubrían las erupciones del Monte Unzen, en Japón, a causa de un flujo piroclástico. Fueros unos científicos apasionados de su profesión que nos dejaron un legado comparable al tamaño de un volcán. Más de 300.000 fotos, 300 horas de vídeo, 20.000 trabajos geológicos y unas 6.000 litografías y pinturas antiguas.



Florence Bascom:

Según la RAE, una pionera es, en una de sus acepciones, una mujer «que da los primeros pasos en una actividad humana». Si buscásemos la definición en cualquier libro de esta disciplina científica, llevaría, sin duda, un nombre propio: Florence Bascom.

Fue la primera mujer doctora por la Universidad Johns Hopkins. La primera contratada por el Servicio Geológico de Estados Unidos. La primera en presentar un artículo de investigación en la Sociedad Geológica de Washington. La segunda mujer miembro de la Sociedad Geológica de Estados Unidos, pero la primera que formó parte de su Consejo. Además, fue vicepresidenta de esa misma asociación. La primera en todo. En definitiva, una auténtica pionera.

Profesora comprometida e investigadora respetada y admirada. Editora. Se podría definir de muchas formas a esta estudiosa polifacética y asombrosa que vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX. Aunque, según sus propias palabras, la mejor sería «orgullosa profesora de futuras figuras femeninas de la geología». 



Marie Tharp:

Desde la antigüedad, tuvimos constancia de los océanos y mares. Pero nos era totalmente desconocido el enigma que guardaba el fondo marino. El mundo tuvo que esperar hasta el siglo XX para descubrirlo. Ese avance vino de la mano de Marie Tharp. Ella nos condujo al entendimiento de la geología y la geografía de nuestro planeta. Fue la persona que creó el primer mapa del suelo oceánico.

Tharp desarrolló un sistema de colores para pintar los mapas. Rojo para la zona volcánica, azul para la de llanuras abisales. Y púrpura para las dorsales oceánicas. Siguió trabajando durante veinte años con datos de expediciones oceánicas que se hicieron más tarde. El resultado de ese gran trabajo de documentación vino en 1977, cuando presentó el mapa mundial del fondo oceánico.

En palabras de esta gran geóloga: «Yo tenía un lienzo blanco para llenar con extraordinarias posibilidades. Un rompecabezas fascinante para armar. Eso era una vez en la vida, una vez en la historia del mundo. Fue una oportunidad para cualquier persona, pero especialmente para una mujer de la década de 1940″.



Inge Lehmann:

Todos sabemos que nuestro planeta está formado por diferentes capas: la corteza, el manto y el núcleo. Sin embargo, pocos conocen el nombre de Inge Lehmann, la sismóloga danesa que descubrió la discontinuidad que separa el núcleo externo del interno.

Fue llamada discontinuidad de Lehmann y fue, sin duda, su mayor descubrimiento. Esta discontinuidad sísmica fue descubierta en 1936 y demostró que existía un límite entre lo que hoy conocemos como el núcleo externo líquido y el núcleo interno sólido de la Tierra. El descubrimiento fue de gran importancia, ya que, hasta entonces, se creía que la Tierra era hueca. 

Gracias a las ondas sísmicas producidas por los terremotos, Lehmann publicó el artículo científico titulado «P». Con él, confirmaba su teoría y se ganaba el merecido respeto de la comunidad científica. Durante toda su vida se volcó en el mundo de la geofísica. En 1971 ganó la medalla William Bowie, la máxima distinción de la Unión Geofísica Americana, siendo la primera mujer en recibir ese galardón.